
Para todos los que trabajamos en el Mesón del Cid, ya sea en el hotel, en los comedores o en la cocina, supone una gran responsabilidad, pues el hecho de ser un mesón con solera y un referente en la cocina de la ciudad de Burgos, nos obliga a estar a la altura de las circunstancias ante nuestros clientes. Nosotros animamos a los que visitan Burgos a que conozcan nuestra casa. Que abran la ventana de una de nuestras habitaciones y contemplen cómo entran por la ventana las agujas de la catedral y que disfruten, sobre el mantel, de nuestra morcilla de Burgos, amparada por la historia de la cocina y, recientemente, por una Indicación Geográfica Protegida, una denominación que avala su valor gastronómico. Además, el lechazo o cordero lechal, santo y seña de los asados nacionales, nunca falta al lado de nuestros célebres caparrones y alubias rojas que, entre otros platos, son la base de nuestra olla podrida, conocida en toda la geografía de los guisos tradicionales de nuestro país. Os desvelamos un secreto: si hay algo que sigue fascinando a nuestros comensales a la hora del postre es ver temblar la delicada textura de nuestro queso fresco de Burgos.
Por todas estas razones, en la familia de trabajadores del Mesón del Cid asumimos esta gran responsabilidad con mucha satisfacción, siendo siempre conscientes de que trabajamos en un establecimiento emblemático de la ciudad burgalesa. Y esperamos seguir haciéndolo durante muchos años más.
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