
En el Mesón del Cid hay piezas antiguas de diversa naturaleza. Fueron creadas en fraguas, mesas de carpinteros, tornos de alfareros y talleres de cerámica. Ninguna de ellas se hizo nunca en serie, por eso cada una es única, creada por un autor que allí dejó estampada su firma. Todas ellas sirvieron para cocinar, para tomar los alimentos sin mancharse las manos o para almacenar ingredientes. Pura ‘arqueología culinaria’, que muchos dirían hoy aplicándose al lenguaje cocineril.
Algunas piezas mencionadas están repartidas por el Mesón del Cid. Forman parte de la decoración del establecimiento, y conviven junto al mobiliario de madera, los cuadros y las numerosas piezas artísticas que se reparten por todos los salones. Hay quien asegura que nuestra casa parece un museo, y están en lo cierto, sobre todo cuando descubren que todo lo que hay es original. Sin duda, pocas experiencias son tan gratas como sentarse a nuestra mesa y comer con la ventana abierta, contemplando la fachada de la Catedral de Burgos a pocos metros de distancia, y rodeado de cosas bellas que nos reconcilian con una parte de nuestro pasado.
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